Translate

viernes, 28 de agosto de 2009

FORMAS DEL CINE DE TERROR, MÉTODOS DEL CINE DE AUTOR: A PROPÓSITO DE “ARRÁSTRAME AL INFIERNO” Y “ANTICRISTO” (y 2)

[Nota previa: dado que en las siguientes líneas se desvelan numerosos detalles del argumento de “Anticristo”, y a pesar de que los relativos al final de la película están señalados con la expresión SPOILER, recomiendo no leer este comentario si previamente no se ha visto el film.]

Generalizando mucho, está bastante extendida, al menos entre cierta parte de la crítica española, la idea de que Lars Von Trier es una especie de farsante; es decir, un cineasta que ha sabido labrarse determinada aureola de Gran Autor pero cuya labor es en realidad el resultado de una impostura, según la cual el danés vendría a ser algo así como el payaso que “anima” el circo del cine de autor con excentricidades concebidas principalmente para llamar la atención: rodar cámara en mano un mélo invocando los sacrosantos nombres de Dreyer y Bergman (Rompiendo las olas), hacer una película que sea algo así como la-mayor-antipelícula-jamás-rodada (Los idiotas/Idioterne, 1998), un musical que al mismo tiempo quiere ser el paradigma del antimusical (Bailar en la oscuridad), o un par de films sin decorados (Dogville/Manderlay). Se ha creado alrededor de Von Trier una especie de “teoría de la broma” muy parecida a la que años atrás circulaba en torno al holandés Paul Verhoeven, la cual veía en títulos de este último como Showgirls (ídem, 1995) o Starship Troopers (Las brigadas del espacio) (Starship Troopers, 1997) sendas burlas antisistema hollywoodiense hechas desde dentro de la Meca del Cine. Esta “teoría de la broma” fue apuntada en su momento –y no hay mal alguno en decirlo, pues es del dominio público— por Carlos Losilla en algunas de sus reseñas sobre el cine de Von Trier para Dirigido por…; “teoría de la broma” a la cual, lo reconozco (y entono aquí un mea culpa), me adherí yo mismo en mis comentarios para Dirigido por… sobre la serie de televisión The Kingdom y El jefe de todo esto; “teoría de la broma” que, sin salirnos del ámbito de Dirigido por…, reaparece en la reciente reseña del colega Alejandro G. Calvo sobre Anticristo. Pues bien, a la vista de esta última película del danés, considero que ha habido un cierto abuso de esa “teoría de la broma” aplicada a Von Trier (del mismo modo que se abusó de la misma respecto a Verhoeven), la cual debería matizarse en el sentido de que, más que un bromista, Von Trier (y Verhoeven, y algún otro) es (son) un(os) provocador(es); y, si bien es cierto que la provocación puede suscitar risas (proferidas tan a la defensiva como los abucheos), y de que en Anticristo sigue habiendo mucho de provocación, no lo es menos que el nuevo trabajo del cineasta me parece muy serio. Veo en Anticristo una seriedad –en el sentido de convicción— que hasta ahora sólo había visto, parcialmente, en Europa (ídem, 1991), The Kingdom o El elemento del crimen (Forbrydelsens element, 1984), esta última con más de un punto en común con Anticristo.

He oído decir que parte del rechazo que provoca o puede provocar Anticristo entre ciertos sectores de opinión reside en el hecho de que no se soporta que el autor de films supuestamente tan “sensibles”, “delicados” y/o “poéticos” (táchese lo que no proceda) como Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad o Dogville se haya ensuciado las manos con un género, el de terror, para mucha gente todavía equivalente a subcultura. Doy por sentado que nadie en su sano juicio creerá que Anticristo es un paso en falso en la carrera de Von Trier en base a una consideración tan pedestre como su pertenencia a un género, todavía dicen algunos, indigno de un artista. Tampoco veo ningún problema en el hecho de que el cineasta danés haya construido Anticristo exactamente igual que muchísimos films de terror, partiendo de una construcción tan clásica, tan tópica incluso, como la que tiene su película, la cual arranca con: 1) el planteamiento de una situación traumática: el hijo de una pareja, un hombre y una mujer sin nombre propio (unos magníficos y desinhibidos Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg), fallece en un trágico accidente; la madre, rota de dolor por lo ocurrido, precisa tratamiento psiquiátrico e incluso la internación en un hospital; el film prosigue con: 2) la ubicación del grueso principal del relato en un escenario aislado e incomunicado: el traslado de los protagonistas a una cabaña de su propiedad en medio del bosque, donde él espera así tratar adecuadamente el desconsuelo de ella y curarla; y culmina con: 3) una explosión de violencia desaforada, resultado de los dos pasos previos. Es decir, Von Trier recurre a una construcción narrativa que no se encuentra lejos de la de muchísimas películas de terror “al uso”, como puedan ser Cabin Fever (ídem, 2002, Eli Roth), The Descent (ídem, 2005, Neil Marshall) o, sin ir más lejos, la célebre Posesión infernal de Raimi.

Ahora bien, ¿es esto malo en sí mismo considerado? Estoy convencido de que no. Y más teniendo en cuenta que uno de los aspectos más interesantes de Anticristo no reside en el hecho de que Von Trier recurra a esa construcción tan manida, sino precisamente en el extraordinario provecho que saca de ella. Demuestra conocer muy bien los mecanismos narrativos del cine de terror y los aplica con conocimiento de causa, mucho mejor que cuando aplicó los del melodrama o del musical en sus obras más alabadas. Sabe que el buen cine fantástico no se infiere de sus contenidos temáticos y/o literarios, sino de un tratamiento visual con la cámara que sea, asimismo, fantástico. Es por eso que, por una vez y sin que sirva de precedente, en esta ocasión ha demostrado que sabe hacer con la cámara algo mejor que un mero maquillaje “modernizado” de formas operísticas (Rompiendo las olas), fingir que destruye las reglas de la sintaxis cinematográfica tradicional sin ofrecer absolutamente nada a cambio (Los idiotas), recrear viejas maneras del cine musical con vistas a lograr un efecto “disonante” (Bailar en la oscuridad), suplir mediante el encuadre la ausencia de decorados (Dogville/Manderlay), o dejar que una cámara automática decida por sí misma –o, al menos, eso decían— la planificación (El jefe de todo esto). En Anticristo hay un profundo trabajo de puesta en escena en el que cada secuencia, casi cada plano, sugiere cosas, aporta datos, genera información y al mismo tiempo fomenta dudas y recelos, ambigüedades y titubeos; un trabajo de realización que obliga al público a no ser un mero espectador pasivo, sino que busca, ¡ay!, su implicación intelectual, su participación emotiva: le obliga a pensar. Por ello me parece su mejor película.

Anticristo se compone de tres partes rodadas en color y de un prólogo y un epílogo en blanco y negro. El prólogo consiste en una primera secuencia blanquinegra que proporciona numerosas pistas del desarrollo posterior del relato. La pareja protagonista se entrega a una frenética actividad sexual en el cuarto de baño; tan ensimismados están, que no advierten que, en la habitación de al lado, su hijo de poco más de dos años abre la puerta de seguridad de su cuna, se asoma por una ventana abierta y se precipita al vacío, estrellándose en la calle varios pisos más abajo. Pero son los detalles los que enriquecen la secuencia. Se abre con un primer plano del hombre, mirando algo o a alguien que está fuera de campo. El contraplano nos descubre lo que mira: a la mujer, bajo la ducha. A continuación, el montaje desarrolla en paralelo las dos acciones simultáneas: la de la pareja copulando y la del niño precipitándose por la ventana. Por un lado, las escenas de la pareja incluyen una imagen harto explícita, un inserto de carácter pornográfico: el pene del hombre entrando y saliendo de la vagina de la mujer. Por su parte, en las escenas del niño, vemos cómo el pequeño se sube a una mesa para encaramarse a la ventana: sobre dicha mesa hay tres pequeñas figuras humanas de plomo en cuyas bases se lee: “Dolor”, “Desconsuelo”, “Desesperación”; el niño las derriba a su paso. Ese montaje en paralelo crea entre ambas escenas asociaciones y contrastes. El sexo como expresión de vida y la inminencia de la muerte de un niño como expresión del final de la inocencia. El hombre mira a la mujer que se encuentra bajo el agua de la ducha, estableciéndose así desde el principio una relación íntima, palpable, entre el personaje femenino y el elemento natural: el vínculo entre mujer y naturaleza será una de las bases dramáticas del film. El inserto de los genitales en contacto indica la importancia que va a tener el sexo en el devenir del relato: su explicitud no deja lugar a dudas sobre el carácter carnal de la relación de los personajes. El derribo por parte del niño de las figuras del dolor, el desconsuelo y la desesperación (respectivos títulos de las tres partes que le siguen a este prólogo) sugieren no sólo el papel de detonante que la muerte del pequeño va a tener en el desarrollo de la intriga, sino también que los conceptos sólidos (“solidificados” en figuritas de plomo) del personaje del hombre, su padre, psiquiatra de profesión, van a ser literalmente “derribados” por fuerzas ¿naturales?, ¿sobrenaturales?, que será incapaz de racionalizar, de controlar. El uso de la cámara lenta crea una atmósfera que puede ser tanto de ensueño como de pesadilla. Asimismo, las gotas de agua cayendo sobre el cuerpo de la mujer, la madre, se equiparan a la suave caída de los copos de nieve que llueven en el exterior mientras el niño se precipita al vacío. El bello tema Lascia ch’io pianga, famosa aria de la ópera Rinaldo (1711) de Händel, cuyo título podría traducirse aproximadamente como “Deja que llore” (lágrimas: otro signo de dolor y de agua), redondea musicalmente la morbidez y melancolía de esta primera y excelente secuencia.

Se ha dicho, y no sin razón que, por encima o al margen de su inscripción en el fantástico (“por encima” para quienes detestan este género, “al margen” para quienes lo respetamos), Anticristo es la historia de la crisis de una pareja contada en clave terrorífica; poco más o menos, lo mismo podríamos decir –ya se dijo— de El resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick; de hecho, en Anticristo hay un guiño a esta última: el plano general aéreo en semipicado que muestra el coche de los protagonistas internándose en el bosque, camino de la cabaña. Así pues, si El resplandor podía entenderse como el proceso de destrucción de una pareja como consecuencia de la frustración de un escritor fracasado y alcoholizado que ya no soporta la vulgaridad de su esposa y llegó al extremo de hacerle daño a su hijo en el pasado, puede verse Anticristo como el proceso de disolución de otra pareja que, tras la muerte de su pequeño, han perdido lo único que les unía afectivamente y ahora tan sólo les queda el sexo como fugaz consuelo a sus respectivas soledades compartidas.

Pero, antes de que la acción se sitúe en la cabaña, asistimos a una serie de magníficas escenas que nos describen el dilema de los personajes. La mujer, víctima de un profundo desconsuelo por la muerte de su hijo, se desmaya durante el funeral, recuperando la conciencia un mes más tarde en una clínica; su marido decide tratarla él mismo. De este modo, se produce un choque entre lo racional y lo irracional, lo reflexivo y lo instintivo: el hombre insiste en psicoanalizar, racionalizar, el dolor de su esposa; ella, pese a sus esfuerzos, no parece capaz de controlar sus emociones, que la llevan de un llanto incontrolable a un deseo sexual compulsivo (“sé que te alivia…”, le dice él en una de las ocasiones que ella se abalanza encima suyo sin más prolegómenos). El hombre la somete a hipnosis, intentando que la mujer haga frente a sus miedos; ella le ha confesado que lo que más miedo le produce es el bosque (sic), y él la hipnotiza, obligándola a verse a sí misma en medio del bosque que rodea una cabaña de su propiedad, la misma donde ella pasó el verano del año anterior en compañía de su hijo mientras preparaba su tesis doctoral. El ensueño de la mujer hipnotizada está visualizado mediante unas hermosas imágenes de tonalidad azulada y rodadas al ralentí (como el prólogo), cuyo efecto onírico está conseguido en virtud de las cualidades especiales de la cámara Phantom. Pero, más allá de ese teórico virtuosismo técnico, el valor de esas escenas reside sobre todo en la acentuación del carácter sensual que, a partir de ese momento y hasta la resolución del relato, marcará la relación existente entre mujer y naturaleza: la protagonista se ve a sí misma paseando por esos bosques neblinosos; va descalza (las ramas que pisa no le hacen daño en los pies) y lleva un vestido estampado de flores; Von Trier coloca la cámara en ángulos no funcionales, “extraños” (plano general abierto del puente con la cámara casi a ras de la superficie del agua, gran plano general en semipicado entre la arboleda, inserto de un plano general más cerrado con la cámara colocada dentro de la madriguera que tanto jugará en el tercio final del metraje), retomando una técnica ensayada entre otros por Peter Weir en Picnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock, 1975) o por Manoel de Oliveira en El convento (O convento, 1995), de tal manera que parece que las imágenes no sólo muestran a la mujer mirando esa naturaleza, sino que esa naturaleza también está mirando a la mujer. El momento culminante de la secuencia consiste en la bellísima imagen en la cual, siguiendo las instrucciones de su marido, la mujer se tumba sobre la hierba y se funde con ella en una sola cosa.

El traslado real a la cabaña de los protagonistas, en un enclave boscoso que responde al nombre de Edén, no tiene, paradójicamente, nada de edénico. Para la mujer, cada paso que da por ese paisaje es una tortura: cruzar el puente sobre el riachuelo es una hazaña; caminar sobre la hierba, una proeza (ella insiste en que el suelo está ardiendo; para demostrárselo a él, se quita una bota y un calcetín: la planta de su pie está enrojecida). Una vez instalados, el marido inicia la terapia psicológica de su esposa. Y, por más que en esta última hay aparentes progresos, ella insiste en ver, o sentir, algo anormal en lo que le está pasando: para él, es una consecuencia “lógica” del desconsuelo, pero para ella es un signo de algo que está por encima de lo humano: “el diablo vive en la naturaleza”, afirma. Una naturaleza tan hermosa como, en el fondo, agresiva: las copas de los árboles que cubren parte del techo de la cabaña van dejando caer una lluvia de bellotas que dificultan el dormir; en un sueño, el hombre ve, o cree ver, esa lluvia de bellotas cayendo ralentizada, como el agua de la ducha y la nieve del prólogo; una mañana, se despierta con el brazo lleno de una especie de pequeñas sanguijuelas que se han posado en su extremidad porque la misma asomaba por la ventana; también ve, o cree ver, imágenes terribles: un ciervo que, al volverse, revela que de sus cuartos traseros cuelga el cuerpo sin vida de una cría abortada; un zorro que está escondido entre la hierba devorando sus propias entrañas… Más adelante, ciervo, zorro y un cuervo que se incorporará al relato en su último tercio conformarán los así llamados Tres Mendigos: siniestros mensajeros del lado oscuro de la naturaleza.

Todo ello contribuye a ir creando un clima insano que, a medida que avanza, va poniendo de relieve una “verdad” subyacente, una especie de realidad alternativa, en virtud de la cual el personaje masculino, el Hombre, se revela incapaz de comprender la insólita complejidad que esconde el personaje femenino, la Mujer. Se nos dice que esta última, como género, está más vinculada al orden natural que el Hombre (referencia a la menstruación: nuevo apunte en torno a la genitalidad). Se nos informa, además, que la tesis doctoral que preparaba la protagonista femenina el año anterior giraba en torno a la persecución, tortura y muerte de las mujeres a lo largo de la Historia: el protagonista masculino descubre en el altillo de la cabaña numerosas páginas, fotografías e ilustraciones en torno a esos hechos históricos; si antes le hemos oído decir a ella: “el diablo vive en la naturaleza”, ahora es él quien empieza a sentirse imbuido ante la vieja idea, que creía una mera superchería, según la cual hay un vínculo diabólico entre Mujer y Naturaleza; si bien la palabra “anticristo” no se menciona en momento alguno, su presencia en el fondo del relato está apuntada así de manera subyacente. El protagonista masculino también descubre unas fotografías de su hijo tomadas por su esposa en la cabaña el año pasado, y se da cuenta de que en ellas el pequeño aparece calzado con los zapatos mal colocados: el izquierdo en el pie derecho, y viceversa; cuando se lo comenta a ella, esta última lo interpreta como un mero lapsus suyo; pero, más adelante, el hombre empieza a sospechar que su esposa le puso mal el calzado al niño de manera deliberada, para torturarlo: Lars von Trier visualiza ese gesto. Puede pensarse a partir de aquí que, en efecto, hay algo diabólico en la protagonista femenina, pero el hecho de que ese corto flashback aparezca al albur de los temores del protagonista masculino sugiere que no es realmente un flashback, es decir, la visualización de un hecho del pasado, sino más bien la visualización de los temores del hombre. Se han alzado estos días algunas voces contra la película, afirmando que con ella Von Trier demuestra que es una especie de misógino que odia a las mujeres y dice de ellas que son el anticristo: el diablo personificado. No entiendo que se vea así, y más teniendo en cuenta el notable respeto hacia las mujeres y la denuncia de su opresión por parte de los hombres que llena buena parte de su filmografía. Pienso que, tal y como lo desarrolla en Anticristo, lo que realmente sugiere es el miedo ancestral del Hombre a la Mujer: que es el Hombre quien ha perseguido y aniquilado a la Mujer a lo largo de la Historia, tachándola de bruja o de colaboradora del diablo por la sencilla razón de que no la comprende y tiene miedo de lo que no entiende. Que lo maligno se encuentra en el pensamiento de ese personaje masculino cuya racionalidad, cuya fría mentalidad psiquiátrica, se va desmoronando ante una especie de Misterio Femenino (o, si se prefiere, de Eterno Femenino) que nace del vínculo irrompible entre Mujer y Naturaleza y del cual él se siente excluido. La incapacidad del personaje masculino de abarcar en toda su complejidad la perturbación o, si se quiere, la locura del personaje femenino, es lo que desencadena el tremendo desenlace del relato: en otra de sus “fugas mentales”, el hombre, ¿despierto?, ¿dormido?, ve, o cree ver, un zorro que le dice: “El caos reina”, justo después de que su esposa haya dado muestras de una aparente recuperación total…

Está claro desde el prólogo, las secuencias previas a la llegada de los personajes a la cabaña y diversos momentos posteriores que el sexo ocupa un lugar fundamental en el desarrollo del relato: Anticristo no sólo es, en este sentido, una película sexual (de/con sexo: suele haber bastante en el cine de Lars von Trier), como también sobre el sexo. El film traza al respecto una progresión: empieza con el coito en el cuarto de baño, explosión de carnalidad que tiene su trágico contrapunto en la muerte del niño (naturalmente, llegados al punto del relato en el cual el hombre empieza a sospechar de la naturaleza diabólica de su esposa, quienes compartan sus temores pueden llegar a interpretar que la mujer “distrajo” al esposo a fin de que no impidiera el accidente mortal de ese pequeño del cual quizá deseaba librarse); prosigue con las diversas escenas en el apartamento o ya en la cabaña en la que la mujer busca el cuerpo del hombre para aliviar su ansiedad (el hombre a veces cede a ese acceso carnal y a veces no: su actitud es casi siempre “científica”, incluso algo burlesca ante esa necesidad carnal imperiosa de su esposa); y culmina en una explosión de sexualidad y violencia combinadas, de tal manera que la mujer, completamente poseída por esa naturaleza agreste y exuberante que parece reclamar toda la atención de su cuerpo y su alma, se convierte literalmente en una especie de bestia sexual y, más adelante, en una depredadora. Resulta significativa al respecto, más allá de lo gráfica que resulta y de la estúpida escandalera que ha armado, la secuencia (que me parece muy bella: y lo digo sinceramente) en la cual la mujer sale desnuda de la cabaña porque su esposo no accede a copular con ella y termina tumbada a los pies de un gran árbol y se masturba frenéticamente: su miedo al bosque ha desaparecido, el suelo ya no le quema los pies, se ha convertido en una pieza más del engranaje natural. También resulta destacable que ese árbol a cuyos pies se produce el desfogue de la mujer sea el mismo donde antes hemos visto a la pareja protagonista copulando, en una escena onírica en la cual brazos, piernas y fragmentos de otros cuerpos humanos desnudos asoman entre las altas raíces del vegetal, sin duda la imagen más difundida del film ya antes de su estreno, en la que se vuelve a subrayar la comunión sexual, y sensual, entre seres humanos y naturaleza.

Llegados a este punto del relato, lo implícito deja paso a lo explícito, lo sugerido a lo mostrado abiertamente y sin tapujos, en un giro tonal harto interesante y arriesgado, consecuencia lógica de todo lo anterior: las explicaciones racionales del hombre sobre la conducta desconsolada de su mujer se han venido abajo, y la mujer se ha entregado a una suerte de orgía carnal y emocional con el entorno salvaje que la rodea; el caos reina… En el curso de una violenta discusión –atención: SPOILER—, la mujer golpea a su marido fuertemente en los testículos, dejándolo inconsciente, y a continuación masturba su pene erecto, con tanta rudeza que del mismo acaba brotando sangre; dejando al margen la crudeza de esta imagen, resuelta en un plano medio frontal y que tanta polvareda ha levantado dada su explicitud, lo relevante de la misma reside en que esa eyaculación sanguinolenta tiene algo de ritual sacrílego llevado al extremo: el pene del cual no brota semen, sino sangre: el sexo como expresión, otra vez, de vida, pero también de muerte: ¿no se dice en ocasiones que el orgasmo, masculino y femenino, es en el fondo como una “pequeña muerte”? La cosa no termina ahí: la mujer intenta convertir al marido en una especie de esclavo sexual, y se asegura de que no podrá escaparse mediante un terrible procedimiento –atención: SPOILER—: atraviesa una de sus piernas con un taladro y le atornilla una pesada piedra de afilar (lo cual no puede menos que traer a la memoria la rueda de carro a la cual era atada Nicole Kidman en Dogville y que arrastraba por doquier, convertida asimismo en una esclava, sexual y para lo que fuera menester, de los habitantes del pueblo). Es en este punto cuando el hombre, herido, vejado y atormentado, pierde todo su carácter “humano” (dignidad, inteligencia, civilización…) para convertirse también en un animal que lucha por su supervivencia: no deja lugar a dudas al respecto ese momento en el cual le vemos arrastrarse por el bosque hasta terminar refugiándose en la madriguera que hay cerca de la cabaña, refugio por el cual se ve obligado a luchar a pedradas contra el irritante cuervo que lo ocupa. Hombre y mujer son ya salvajes con un similar grado de animalidad: la mujer, presa de sus deseos y con un compañero herido que es incapaz de satisfacerla, llegará al extremo –atención: SPOILER— de mutilar el origen de su desdicha, su clítoris, empleando unas tijeras; y el hombre, liberado del cepo que le tenía atrapado, se dejará llevar por otro instinto primario –atención: SPOILER—, el de matar, estrangulando a su esposa. Es aquí cuando reaparece, como ya he apuntado al principio de estas líneas, una idea relativamente similar a la ya planteada por Von Trier en El elemento del crimen: si en esta última asistíamos a la odisea, física y mental, de un detective privado que, siguiendo el rastro de un asesino de niñas, terminaba identificándose con el criminal hasta el extremo de terminar cometiendo, asimismo, un infanticidio, en Anticristo asistimos a un doble proceso de degeneración con resultado de muerte: el del psiquiatra frío y racional que acaba perpetrando un uxoricidio tras haberse dejado llevar por un miedo irracional, Masculino, hacia Lo Femenino, y el de la mujer que ha roto todas las cadenas que la sojuzgaban, fuera o no consciente de ellas (el cuidado de un hijo; el papel de esposa de un hombre al que ya no ama: “te crees muy inteligente…”, le dice, con sorna, en diversos momentos del relato), para transformarse en un ser asilvestrado: puro instinto y puro sexo (lo cual, en el fondo, es para ella otra suerte de esclavitud).

La película se cierra –atención: SPOILER— con un epílogo en blanco y negro, como el prólogo, lo cual sugiere que tanto el uno como el otro se corresponden con la visión sin color, sin auténtica vida, del personaje masculino: ese paréntesis, en el cual se ha enfrentado a las fuerzas de la naturaleza y de Lo Femenino, su temporada de color, ha concluido, dejando paso a un triste regreso a casa arrastrando su pierna herida. De repente, el hombre ve o, una vez más, cree ver, a docenas y docenas de mujeres ascendiendo la colina donde se encuentra, pasando a su lado sin hacerle caso y como si atendieran, al igual que su esposa, a la llamada de lo natural, en una especie de “pastoral femenina” de la cual él, como Hombre, está forzosamente excluido. Un rótulo final incluye una dedicatoria a Andrei Tarkovski, que según parece tantas risas provocó en el último Festival de Cannes (y alguna que otra risotada en el pase de prensa donde visioné la película); lejos de ser un chiste, como se ha dicho, me parece absolutamente coherente y nada gratuita la relación espiritual existente entre Anticristo y el cine de Tarkovski; y no me refiero únicamente a los recursos estéticos (el prólogo en blanco y negro, los escenarios naturales neblinosos) que afloran en las aportaciones específicamente fantásticas del gran cineasta ruso, Solaris (Solyaris, 1972) y Stalker (ídem, 1979): sin estar a su altura, el carácter feérico de las imágenes conseguidas por Von Trier no anda tan lejos del tono mágico de La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962), el rigor estético de Andrei Rublev (Andrey Rublyov, 1966), la abstracción de El espejo (Zerkalo, 1975) o la sombría visión de la soledad del ser humano que afloraba en Nostalgia (Nostalghia, 1983) y Sacrificio (Offret, 1986). Anticristo es, hasta la fecha, la ocasión en la que Lars von Trier ha estado más cerca de emular a sus maestros.


11 comentarios:

  1. Buenos días, Tomás.

    Como ya comenté anteriormente, salí absolutamente decepcionado de "Anticrhist". Ahora bien, frente a las descalificaciones más o menos injustificadas (en el sentido de no basarlas en nada) de unos y la loa ininteligible de otros, que aluden a cosas que ni siquiera entienden para no mostrar que no se han enterado de nada de la película (cosa muy habitual también), es un placer leer una crítica tan bien fundamentada, estés o no de acuerdo con ella.

    Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Hola Tomàs.
    No tenía intención de ir a ver "Anticristo" puesto que las pocas películas que hasta ahora he visto de Von Trier me habían gustado más bien poco, pero después de leer tu reseña, que no sólo me parece con diferencia la más rigurosa de las que he leído sobre la película sino también una de tus mejores críticas de los últimos tiempos, me apresuraré a darle una nueva oportunidad al cineasta danés.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. A mí me sorprendió gratamente la dedicatoria final a Tarkovsky; más que nada porque durante gran parte de la película me vino a la cabeza la figura del cineasta soviético. La enorme potencia visual de 'Anticristo' unida a la abstracción y la densidad de la historia, me hicieron pensar en el autor de 'Solaris' más de una vez.

    A mí 'Anticristo' me despertó sentimientos encontrados. Por una parte, no me enteré de la mitad de la película, de qué querían decir la mitad de los simbolismos que en ella aparecen, el sentido de muchas de las acciones de los personajes, ni porque la película se llama como se llama. Al respecto, tu interpretación de la misma resulta muy útil.

    Con esto no pretendo decir que 'Anticristo' no me haya gustado, más bien al contrario. Es extraño: no puedo decir que haya entendido la película, y sin embargo ha ejercido una extraña fascinación en mí. Como uno de esos poemas que no sabes qué quieren decirte y, a pesar de ello, te sugieren mil cosas y te invitan a pensar.

    De alguna manera, quedé atrapado por la belleza plástica de esta película, por su formidable puesta en escena y por el excelente uso del sonido. El prólogo de la película me hipnótizó por completo, para mí lo más alucinante que he visto en una sala de cine este año, junto a algunas escenas de 'Up'. Pero no se limita a una mera cuestión de goce estético; de algún modo, en todo momento me sentía partícipe de la angustia de sus protagonistas, aunque en muchas ocasiones no comprendiera el por qué de lo que estuviera viendo.

    El propio Von Trier declaró que cuando hizo esta película estaba inmerso en una depresión, y creo que, más que transmitir una historia, lo que buscaba el realizador danés era exorcizar sus propios demonios. De ahí que esta película se mueva más en el ámbito del subconciente que de lo racional. Una película difícil de entender, pero fácil de sentir.

    Personalmente, me ha parecido uno de los títulos más interesantes del año en curso.

    ResponderEliminar
  4. Buenas tardes a todos.

    Gonzalo: gracias por tus amables palabras; como siempre he dicho, yo nunca escribo con la intención de cambiarle la opinión a nadie; y estoy totalmente de acuerdo en el hecho de que un comentario crítico de un film puede gustar con independencia de que estés o no de acuerdo con sus conclusiones, son cosas que nada tienen que ver entre sí, por más que, por desgracia, mucha gente tienda a confundirlas y se enfade, a mi entender, injustificadamente. Por otro lado, siempre he dicho que yo jamás me pelearé por una película porque, con franqueza, en la vida hay cosas más importantes por las que pelearse.

    Luis: a ver qué te parece el Von Trier cuando lo hayas visto. Lo único que lamento es que, si te has leído mi comentario completo, te he "chafado" los momentos culminantes del film, espero que no te importe... De ahí la advertencia de las primeras líneas. Curiosamente, de la misma manera que hay muchas personas que no soportan que les expliques el menor detalle de un film que no han visto, conozco muchas otras a las que, por el contrario, les encanta que les des detalles; esto último siempre me ha parecido muy curioso...

    i-chan: si "Anticristo" no te ha gustado, pero a pesar de todo te ha interesado, no lo dudes: en el fondo, es que te ha gustado. Lo que ocurre es que, probablemente, te habrá sorprendido y todavía tienes que digerir determinadas cosas. Reconozco que esto mismo me ocurrió a mí (le ocurre a todo el mundo, creo) hará un par de años, y no con una película, sino con una novela: "La posibilidad de una isla", de Michel Huellebecq; iba por la mitad del libro y, un día, le comenté a mi amigo Antonio José Navarro que estaba leyendo esta novela pero que todavía no sabía si me gustaba o no, y él me respondió: "Eso significa que ese libro tiene algo...". Una vez leído, llegué a la conclusión de que, como novela, no me había gustado, pero a pesar de ello me parecía un buen libro, un poco por las acotaciones filosóficas que hay en medio de la trama, más que por la trama en sí. Puede que te haya pasado algo así con "Anticristo", salvando las distancias, naturalmente. Que, en conjunto, no termina de gustarte, pero hay algo en él que te fascina, que te da de qué pensar: naturalmente, esto último sólo puedes saberlo tú.

    Un abrazo,
    Tomás.

    ResponderEliminar
  5. Completamente de acuerdo con lo que dice LUIS.VILANOVA, de las críticas más coherentes que he podido leer sobre la película y de las mejores de este crítico. Una lástima que esta no sea la que aparece en el correspondiente número de "Dirigido por...", porque tiene delito la que sí ha terminado saliendo publicada.

    En todo caso, creo que la culpa de la fama de "payaso" de Von Trier no la tienen solamente los críticos, porque él mismo la ha cultivado muchísimo. Para mí que parte de la diversión de filmar "Anticristo" la debe estar disfrutando ahora mismo leyendo las críticas que le llaman de todo y pensando en los incautos que habrán comprado la entrada pensando que iban a ver una de terror convencional.

    ResponderEliminar
  6. Qué ironía que precisamente don Tomás nombre a Houellebecq, porque tanto él como Von Trier pertenecen al club de autores que van por la vida de tocapelotas profesionales, anti-correción política, anti-progres, etc., cuando en el fondo no son más que ultraconservadores que hacen carrera denigrando todos los logros del psicoanálisis.
    Ni un sólo crítico de los que he leído, y he leído muchas reseñas de este film, ha destacado la que es, de lejos, la frase más importante de esta película. Se pronuncia en la secuencia de diálogo entre los protagonistas a la entrada de la cabaña. Están teniendo una charla más o menos agradable, cuando, de repente, ella dice: "Freud está muerto, ¿no?". Este chiste, por llamarlo de alguna manera, viene a liderar el mensaje de Von Trier: muerte el psicoanálisis, ese maldito engendro que liberó la sexualidad femenina, y con ella, a la Mujer. Porque el danés, al igual que el francés, opina que el psicoanálisis "está pasado de moda", palabras textuales de la entrevista que le hicieron en El País; y textuales también de la entrevista a Houellebecq en Generación XXI cuando promocionaba "Plataforma". Decir que la teoría psicoanalítica está pasada de moda, es un disparate tan grande como decir que está pasado de moda el inconsciente.
    Pero ya digo: ni una sóla reseña he leído que haya sido capaz de destacar esto. Ni un sólo crítico es capaz de ver que el arte contemporáneo detesta al descubrimiento humano más liberador de los últimos dos siglos.

    ResponderEliminar
  7. Buenos días, Geld:

    Muy crítico punto de vista sobre "Anticristo". Interesante, sobre todo, porque no se centra en lo que se ha centrado casi todo el mundo cuando quiere polemizar sobre este film (las mutilaciones, el sexo, el zorro que habla...), sino en una cuestión más de fondo: el rechazo al psicoanálisis por parte de Von Trier.

    Recuerdo esa frase respecto a Freud, pero en el contexto dramático del film me pareció que era, simplemente, una muestra del creciente desprecio que siente el personaje femenino por las ideas "racionales" de su marido y de las cuales ya está harta... Ignoraba que tuviese implicaciones personales derivadas de la opinión personal del director, y que Von Trier hubiese cargado contra el psicoanálisis, lo cual, estoy de acuerdo, me parece una memez por parte del cineasta danés, muy propenso a las "boutades", como es bien sabido. Ahora bien, no por ello dejará de parecerme muy interesante su película, con independencia de que Von Trier tenga problemas con Freud que sólo él puede resolver, si quiere. Como ya indiqué en mi comentario, tampoco me pareció que la película fuese un ataque contra la Mujer, tal y como se ha dicho por ahí, pero comprendo perfectamente que pueda interpretarse de ese modo porque Von Trier juega, asimismo, con la ambigüedad: ¿el psiquiatra es quien tiene razón o está equivocado?, ¿su mujer está loca o tan sólo sigue una especie de "orden natural" de las cosas?, etc., etc.

    También estoy de acuerdo en que Von Trier y Houellebecq son, por así decirlo, "profesionales de la provocación". ¿Que ambos son unos ultraconservadores que hacen carrera denigrando los logros del psicoanálisis? Pues es posible que sí, no puedo asegurarlo con rotundidad porque no me había detenido hasta ahora a pensar en ello, lo reconozco; además, de Houellebecq tan sólo he leído por ahora "La posibilidad de una isla", que como ya he dicho en ocasiones me pareció a la vez tanto una mala novela como un buen libro. Lo cual es, asimismo, algo aparte del hecho de que Houellebecq cargue también contra el psicoanálisis cuando le entrevistan, si bien a falta de haber leído por mí mismo las declaraciones al respecto de ambos no puedo saber con certeza qué opinan al respecto.

    ¿Que el arte contemporáneo en general desprecia el psicoanálisis? Con franqueza, tampoco había pensado en ello con anterioridad, y me parece un punto de vista muy sugestivo. No puedo decir ni sí ni no, pues es una cuestión harto compleja que me veo incapaz de resolver aquí y ahora, en este blog, que sólo pretende hablar de cine (aún admitiendo, claro está, que el hablar de cine comporta hablar de todo: una cosa lleva a la otra).

    Si cité "La posibilidad de una isla" en una de mis respuestas lo hice tan sólo como ejemplo de una obra que, al menos a mí, me produjo sentimientos encontrados, nada más (y nada menos), al igual que "Anticristo" se los había producido a i-chan. Me da igual de qué pie ideológico calcen Von Trier, Houellebecq o cualquiera, allá ellos; pues, a la hora de la verdad, son sus obras las que hablan por ellos; y, cuando mueran, serán sus obras las que permanecerán, para bien o para mal; además, ya has visto que tampoco soy un fan de Von Trier, por más que en esta ocasión me haya convencido más que nunca.

    Además, muchos de los comentarios que he leído respecto a "Anticristo" concluyen, medio en serio medio en broma, que es Von Trier quien necesita ir al psiquiatra... Quién sabe: quizá sí. Pero, vuelvo a insistir, en muchas ocasiones una cosa es siempre lo que los creadores dicen de sí mismos o de su obras, y otra bien distinta lo que esa obra dice de ellos, o también, lo que cada uno de nosotros interpreta sobre ellos a partir de esa obra (recuerda el famoso ejemplo de John Ford, quien consideraba que "Centauros del desierto" era un "western" como otros muchos que había hecho y no le daba mayor importancia... al menos, de boquilla).

    Una intervención que da de qué pensar. Muchas gracias por ella, Geld.

    Saludos,
    Tomás.

    ResponderEliminar
  8. Todavía no la he visto, pero después de leer tu comentario me ha recordado un poco (remarco lo de "un poco") a aquella película francesa que pasaron en la última edición del Festival de Sitges: Vinyan.

    Si recuerdas, en aquella también una pareja en crisis por la pérdida (desaparición) de un hijo, acababa en mitad de la naturaleza (en aquel caso una espesa jungla) para, finalmente, entrar en comunión con la naturaleza (ella) y acabar de forma violenta (él).

    ResponderEliminar
  9. Pues aún estando de acuerdo con todo lo que dices, yo no puedo evitar seguir percibiendo ese tufo religioso… cierta exposición (que no reflexión) más o menos inteligente del martirio, la gracia, la salvación, la penitencia, la bondad, la envidia, lo carnal y lo divino o ideal en alguno de sus films (Rompiendo las olas, Dogville…) y del pecado original en Anticristo. No he podido evitar pensar en Lilith, la antieva, la negación de la madre primordial, la que devoraba a sus hijos… Hay una escena en el film, que (creo) aparece como flashback. Se refiere al momento en el que están en pleno “orgasmo” (quizás)… el momento en el que el niño sube a la mesa, tira los soldaditos y asoma a la ventana… en ese momento ella mira al niño. Ve lo que está haciendo… Sin embargo, en la escena inicial de la peli (la de la música de Händel) vemos al niño mirarles… Él los mira mientras están “en faena”, y después, gira la cabeza hacia la ventana… No recuerdo haber visto de forma explícita a ella mirando al niño, siendo consciente de que se lanza por la ventana, en la escena inicial. Justo en ese momento, ya habíamos visto las fotos de los zapatos del revés… y la escena de ella poniéndole los zapatos (¿real?, ¿sólo en la cabeza de él?) Recuerdo que todo esto sucede después de que ellos hablen: él le comenta a ella “imagina que yo soy la naturaleza” (no esa de afuera a la que ya no temes, la otra… o sea, la de cada uno, la del yo) y a continuación pregunta ¿qué es lo que temes, o de qué tienes miedo?... ya no recuerdo bien pero ella recurre a su tesis y a la idea de que “ellas” eran “buenas” y que la maldad residía en “ellos”, los que castigaban… Sin embargo, no recuerdo bien el momento pero dice algo así como que “ellas” no eran lo que parecían, que eran malas, que el mal estaba dentro de ellas… Entendí algo así como que provocaban…

    Esto es lo que me llevó a jugar con la idea del pecado original, de Adan y Eva y de la tentación… el deseo y el psicoanálisis. Las pulsiones de vida y de muerte, los esclavos de Eros hundidos en Tánatos… Mi profesora de biología de bachillerato me dijo una vez que lo que menos entendía de la naturaleza es que el sexo y la procreación estuvieran tan unidos. No entendía que el cuerpo dispusiera de un mismo lugar para ambas cosas… Así de fuerte. Pero algo hay de eso en “ella” (el personaje de Charlotte Gainsbourg), algo de culpa… Trier la somete a un martirio, ella al hombre, y el pecado creo que está presente, aunque no sea de forma explícita.

    Obviamente Von Trier no es un misógino (o sí, a saber), es la tradición cristiana la que muestra a Eva como portadora del pecado… carnalidad y la desviación sexual que alimenta al maligno y corrompe al hombre… Pero él (Trier) disfruta metiendo el dedo en la yaga sin un punto de vista crítico. Esto me produce mal rollo, por eso nunca me ha gustado este hombre. Me provoca, me hace pensar, pero no llega a resolver ni artísticamente, ni filosóficamente… Y siempre es una mujer la que provoca reacciones y se expone…

    En fin, una lectura más. Huelga decir que no soy religiosa desde que tengo uso de razón, pero no puedo evitar ver en el cine de este hombre una fijación recurrente a ciertos conceptos propios de la filosofía y, cómo no, redefinidos dentro de la tradición cristiana.

    Creo que este hombre no es capaz de salir de ahí. Da vueltas, como un perro persiguiéndose la cola.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  10. Buenos días, Vera:

    Otro punto de vista interesantísimo, veo que "Anticristo" está dando mucho de qué pensar más allá del, entre comillas siempre, "escándalo" de sus imágenes más explícitas. Me alegro de que así sea, de que haya aproximaciones al film carentes de prejuicios.

    Creo recordar que hay un momento, un "flashback", en el cual se retoma brevemente la escena sexual del cuarto de baño y en el que, en efecto, "vemos" a la madre mirar al niño cuando se va a tirar. Está la duda, claro, de si esa imagen es "la realidad" de lo ocurrido o es otro "mal pensamiento" del marido respecto a su esposa.

    Tu interpretación de todo ello, amén de atractiva, me parece totalmente coherente con el film, que mezcla el psicoanálisis con cuestiones religiosas, católicas mejor dicho. Está, por un lado, la profesión de psiquiatra del hombre, y por otro, el descubrimiento de que la tesis doctoral de su esposa gira alrededor de la persecución histórica de las mujeres por parte de los hombres, los cuales tachaban a las primeras de brujas y amantes del diablo, etc., etc.

    Está muy presente, también, la idea de la culpa. Ella se culpabiliza de la muerte del niño, y él está convencido de que el desconsuelo de ella lo produce ese sentimiento de culpabilidad. Muy curiosa, por cierto, la reflexión de tu profesora de biología, a la cual le extrañaba que el sexo y la procreación formen parte de los mismos órganos de las personas.

    Estamos de acuerdo en que Von Trier no es un misógino, pues lo ha demostrado a lo largo de su carrera en el cine. Quizá lo que ocurre es que el papel de las mujeres en sus películas, que como bien dices en muchas ocasiones son ellas las que provocan reacciones (sean de índole sexual o de otra índole), es el resultado, otra vez, de una cierta ambigüedad a la cual a Von Trier le gusta jugar. Una especie de combinación de patetismo y morbo, de comprensión y turbación; es decir, Von Trier parece que compadece a las mujeres en su "desgracia" (sumisión al hombre, marginación, etc., etc.), pero al mismo tiempo se recrea, un tanto morbosamente, en esa desdicha; trata de comprenderlas, pero al mismo tiempo a él, como a hombre, le perturban, le inquietan... Y, cierto, creo que nunca llega a conclusiones definitivas, por más que, vuelvo a insistir, en mi caso creo que esa ambigüedad tiene, en "Anticristo", la mejor exposición cinematográfica que haya hecho, por más que quede abierta, sin resolver. Cierto: él no la resuelve, y no sé si nadie es capaz de hacerlo.

    No me ha parecido en ningún momento que tu punto de vista fuese el de una persona religiosa, antes al contrario (y, en el caso de que lo fueras, tu punto de vista seguiría siendo igual de válido e interesante). Pero lo que dices de que Von Trier recurre a la imaginería católica, o cristiana, de la culpa y el martirio me parece muy razonable.

    Muchas gracias por tu valiosa aportación.
    Un cordial saludo,
    Tomás.

    ResponderEliminar
  11. ¡Eso es!… más que no resolver (sinceramente no le pediría eso), es esa recreación morbosa de la que hablas. Quizás sea eso lo que más me moleste. No sé, Dreyer, de otra forma (su cine y el acercamiento a ciertas cuestiones como la moral, el perdón, la redención, salvación, pecado…) creo que cierra más sus películas o, al menos, desde un punto de vista artístico, resuelve mejor. Aunque claro está, siempre ha sido más fácil en el terreno estético tirar por lo espiritual que por lo material y más con casi un siglo de abstracción (me refiero al arte en concreto).

    Pero bueno, quiero aclarar que siempre me ha interesado este hombre (me divertí enormemente con Dogville). Solo me cabreó profundamente la historia Dogma y en particular Los idiotas. Desde luego prefería Celebración que creo que estrenó más o menos en la misma época.

    Finalmente solo una nota respecto a la culpa de “ella”. No es culpa por que deje morir al niño, es culpa por el deseo. ¿Sabemos cómo se han conocido ambos?, ¿podría ella ser ninfómana (no es coña)? No creo que la ablación a la que se somete la protagonista deba entenderse como necesaria en el momento concreto en el que él ya no puede satisfacerla. Podría entenderse como un castigo que venía sugiriéndose desde el principio (desde que descubre ese “algo” en su tesis). Quizás ella se vuelve loca. Allí en Eden, descubre con su tesis que las mujeres eran las malas, no ellos… Que son ellas las que provocan. Eva, provoca a Adán, ella es la culpable del pecado original. Lilith abandona el paraíso porque no consiente que Adán la domine. Lilith desconcierta, es inteligente e incomprensible pero no sabemos si hay algo de despecho en su huída… Y se convierte en un demonio… Algo así le ocurre a Medea…

    Creo que ella es presa de una esquizofrenia al descubrir (al creer o imaginar) que el mal estaba en ellas, las que provocan… y algo de esa pregunta que se hacía mi profesora, porque si no, es injustificable que torture al niño o le deje morir… Por eso creo que el director no resuelve bien.

    En cualquier caso, gracias por la crítica y por tu respuesta. Un honor y un placer ya que siempre nos ayudas cuando nos enteramos de poco o de nada. En mi blog he dejado mi punto de vista que, supongo, completa estos comentarios. Aunque no deja de ser más sobre lo mismo.

    Saludos!

    ResponderEliminar